marzo 07, 2013

Presentación El Ornitorrinco y otros ensayos


EL ORNITORRINCO Y OTROS ENSAYOS
PRESENTACIÓN DEL MÁS RECIENTE LIBRO DE MANUEL PEREIRA EN LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA, CIUDAD DE MÉXICO 
5 MARZO 2013
Arquitecto José Luis Cortés (Director de Educación Continua), Manuel Pereira, Vicerrector Javier Prado Galán,
y el Dr. Juan Alcántara del Departamento de Letras.


Aproximaciones a El ornitorrinco y otros ensayos 
Por Tania Favela Bustillo (*)
Quiero comenzar con unas palabras del poeta norteamericano Ezra Pound que aparecen en su libro El arte de la poesía:
De las artes aprendemos que el hombre es caprichoso, que un hombre difiere de otro. Que los hombres difieren entre sí como las hojas de los árboles. Que no se parecen los unos a los otros como los botones que hace una máquina. También aprendemos de las artes en qué forma se parece el hombre y en qué forma difiere de otros animales […] Aprendemos que no todos los hombres desean las mismas cosas y que por lo tanto no sería equitativo dar a cada uno dos hectáreas de tierra y una vaca […] Si todos los hombres desearan sobre todas las cosas dos hectáreas de tierra y una vaca, es obvio que el estado perfecto sería el que diera a cada hombre dos hectáreas de tierra y una vaca.

Al igual que para Ezra Pound, para Manuel Pereira, el arte proporciona datos sobre la naturaleza humana y nos permite conocer al hombre, a los hombres, en lo esencial y en lo contingente.

En El Ornitorrinco y otros ensayos Pereira pone a dialogar diferentes tiempos y espacios a través de un recorrido discontinuo y fragmentario por las distintas artes. El cine, la pintura, la poesía, la literatura y la arquitectura, le permiten explorar los distintos fenómenos culturales y sociales, y desenmascarar los discursos que intentan homogeneizar la experiencia y la vida del hombre en nombre de las utopías.  El ornitorrinco, que da título al libro, es al mismo tiempo el eje que guía nuestra lectura: ese ser híbrido, ese “palimpsesto zoológico” como lo llama Pereira, se enfrenta, por su diversidad, con la mentada uniformidad del mito de Procusto, del que Pereira habla en su ensayo “Historia del ojo”:



En la mitología griega el bandido Procusto secuestraba a los viajeros que pasaban cerca de su guarida donde escondía una cama muy singular, pues era regulable. Tras acostar y amarrar a sus víctimas en aquel catre, Procusto lo alargaba o acortaba a su antojo. Con tal de que el prisionero encajara en las cambiantes medidas de su maléfico camastro, si el cautivo resultaba más pequeño que el lecho, Procusto estiraba sus miembros hasta descoyuntarlos con tal de que diera la medida que caprichosamente él había decidido de antemano. Si el infeliz era más largo que la cama, le cortaba los pies. La obsesión de Procusto consistía en que todos los seres humanos se acoplaran a las medidas por él concebidas […]

El artista, al igual que la naturaleza misma, se resiste a la homogenización, a la mediocridad, a la uniformidad. En sus ensayos Pereira nos muestra con agudeza, humor y claridad, cómo la multiplicidad biológica y la diversidad de los estilos artísticos se alzan, de manera implícita y explícita, en contra de los igualitarismos, de los totalitarismos y de cualquier ideología que intente mutilar la imaginación del hombre.


La escritura es para Pereira un espacio de libertad, el ensayo una aventura del pensamiento. Escribir es pensar la realidad, reinterpretar e imaginar a partir de un yo responsable, de un yo que siente, experimenta y piensa el mundo desde una situación particular. El “yo opino” de Montaigne: ese conocimiento de sí mismo, se vuelve una  herramienta indispensable para Manuel Pereira; es la puerta de entrada al mundo, la posibilidad de construir, mediante la emoción y la razón, una interpretación de aquello que sucede. El ensayista, y esto es evidente en los ensayos de Pereira, no nos da sólo resultados, conclusiones, más bien nos invita a entrar en su proceso de pensamiento, nos invita a pensar con él, de ahí el carácter dialógico del ensayo. Manuel Pereira, más de una vez alude a su lector, lo llama, lo pone frente a su lenguaje, frente a ese tejido emocional-intelectual para que reflexione su propia situación en el mundo.
Ética y estética se engarzan, entonces, en el ensayo. Como en todo género literario, no es posible separar a la forma del contenido, lo que se dice del cómo se dice. El estilo, la manera de exponer, es el apoyo mismo del ensayo. El lenguaje dinámico, lúdico, que utiliza Pereira, nos ayuda a entrar en ese mundo de transformaciones continuas, en esas metamorfosis conceptuales y sonoras que nos revelan, como en un prisma, los distintos ángulos del ser humano, su paso por el mundo; nos señala lo que permanece y lo que cambia: los errores que se repiten y los aciertos que se suceden.  Pereira muestra a partir de sus correspondencias, de sus asociaciones y del tejido mítico/histórico que pone al descubierto, la complejidad de la naturaleza humana.
En su ensayo “La metafísica del hambre”, Pereira escribe, de entre muchas otras cosas, sobre el canibalismo, y desde ahí hace referencia a diversos escritores latinoamericanos: Oswald de Andrade, Alfonso Reyes, José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, entre otros, proponiéndolos como antropófagos culturales, ya que todos ellos se nutrieron de distintas culturas, todos ellos supieron pensarse desde sí y desde los otros. Considero, que al igual que los escritores mencionados, Manuel Pereira es un caníbal cultural; se come al mundo para crear su propio mundo, un mundo construido a partir de muchos otros textos que Pereira sabe leer y reinterpretar, un mundo que nos lleva a una comprensión de lo humano y que nos permite vislumbrar a la cultura como un gran palimpsesto que sólo algunos se aventuran a leer. Para terminar, me restaría sólo incluir el nombre de Manuel Pereira en la lista de los grandes antropófagos culturales.

(*) Texto leído por la poeta mexicana en la segunda presentación del libro, el 6 de marzo del 2013 en el FCE Octavio Paz, de Miguel Ángel de Quevedo.


El ornitorrinco y otros ensayos de Manuel Pereira
Notas para una presentación
Por Juan Alcántara (*)

Hoy tenemos en nuestras manos el último libro de ensayos de Manuel Pereira.
Suman tres ya: La quinta nave de los locos, Biografía de un desayuno (2008) y El ornitorrinco y otros ensayos.
Los dos últimos han sido escritos y publicados en México
El nuevo libro no consiste en una simple reunión de ensayos (el autor es un maestro del ensayo).
Es un libro orgánico y unificado, no sabemos si en razón de un diseño deliberado, o porque no podía ser de otra manera.
Los 15 ensayos que lo componen, a simple vista, tienen dos ejes:

Los animales: el ornitorrinco, el manatí, el ratón, el mamut, etc.
Las partes del cuerpo: el ojo, el rostro, el puño, el pie, etc.
(Otras series posibles: los objetos, los accidentes geográficos, las figuras mitológicas, las referencias cinematográficas.)

Los materiales que escoge para sus ensayos ya revelan su personalidad: trazos, colores y figuras características.
Pero hay algo mucho más vasto, profundo y complejo que subyace a esa animación de la textura ensayística.
El autor parecería trabajar como un recolector, un coleccionista de fragmentos, un reconstructor o restaurador de estructuras profundas, de realidades invisibles cuyas evidencias están desperdigadas. Y que no vemos ya sea porque son gigantescas, o porque estamos inmersos en ellas.
En esto Manuel Pereira se revela como un ensayista profundamente individual, distinto y característico.
Pero sobre todo hay un "método" que él ha hecho suyo por completo.
Hace poco he leído El Huracán: su mitología y sus símbolos (1947), del antropólogo cubano Fernando Ortiz.
En él examina un antiguo glifo torpemente esculpido en una figura prehispánica de piedra.
Minuciosamente revisa las interpretaciones de los especialistas, lo explora formalmente en todos sus aspectos, lo compara con glifos semejantes de la isla de Cuba, descarta hipótesis, arriesga otras, vuela hasta otras culturas y otras mitologías para sugerir que se trata del dios Huracán, añade pesquisas geográficas, meteorológicas, históricas, considera la mitología, la religión y el arte de la América prehispánica continental…
Y cuando el lector menos se lo espera ya está sumergido en un gigantesco huracán imaginativo que arrastra innumerables vínculos y relaciones sorprendentes entre todo tipo de épocas y tradiciones.
Es una gran libertad, pero a la vez es el rigor de una imaginación poderosa.
Pensé inmediatamente en el método de Manuel Pereira.
Consultado, me confirmó que Ortiz es uno de sus maestros (junto con Lezama Lima, por supuesto).
Una desinhibición absoluta para dar saltos espacio temporales y emparejar seres, cosas, dioses, obras, ideas aparentemente inconciliables.
Una lógica descabellada de pronto se manifiesta sensata, productiva, reveladora de la verdad; todo tiene conexiones, resonancias, implicaciones, ecos, vasos comunicantes, raíces comunes; todo puede ser semejante u oponerse dentro de las estructuras laberínticas que el ojo interno del ensayista persigue infalible antes de sacarlas a la luz para estupefacción del lector.
Nadie, hoy en día, hace ese tipo de ensayo (al menos no en lengua española).
Sin embargo, nuevos los ensayos de El ornitorrinco son también diferentes a los anteriores.
Son, la mayor parte, manifiestamente políticos.
No son, afortunadamente, comentario político del momento, ni opinión que se alinea con un grupo o una ideología, ni panfleto acusatorio ni doctrina abstracta.
¿Qué son, qué buscan entonces?
Cito a Kant:
"La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad... El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración."
Eso es lo que quiere el ensayista, que dejemos la comodidad de la minoridad tutelada y que reconozcamos con nuestras propias luces verdades tan simples como las siguientes:
Que no vale la pena sacrificar la libertad presente por un sueño futuro.
Que los credos políticos son tan antiguos como el peine y el vaso, y que sólo sus resultados en la práctica cuentan para juzgarlos.
Que la injusticia y la opresión son iguales en cualquier parte del mundo, sin importar qué tipo de justificación doctrinal las cobije.
Que no hay dictaduras "menos malas" que otras en razón de sus buenas intenciones.
Que no hay comunidades ni países que estén exentos de caer cuando menos lo esperan en formas sutiles o groseras de la opresión.
Que la capacidad de engañar y de autoengañarse del ser humano es infinita y hay que estar siempre alertas.
Manolo en sus ensayos y relatos se ha mostrado como heredero directo de Voltaire (y aquí pienso tanto en sus ensayos como en sus narraciones).
No establece del todo una diferencia entre narrar, criticar, buscar, ensayar, divertir, imaginar y, a la vez, dar con el dedo en la llaga.
La "cultura" no es un mero adorno en el panorama de la vida del hombre: es la ocasión, una y otra vez renovada, de conocernos a nosotros mismos y de saber dónde y cómo estamos y qué debemos hacer para preservar la dignidad y la libertad humanas que, una vez más, hacen posible esa misma cultura.
¡Grave responsabilidad! Y sin embargo es un placer leer los ensayos de Manuel Pereira.
Los invito a leer sin demora El ornitorrinco y otros ensayos.


(*) Texto leído por el Doctor y Académico del Departamento de Letras Juan Alcántara. Martes 5 de febrero de 2013. Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.



Arquitecto José Luis Cortés (Director de Educación Continua), Manuel Pereira, Vicerrector Javier Prado Galán,
y el Dr. Juan Alcántara del Departamento de Letras.

2 comentarios:

  1. Qué homenaje más merecido te tributa Tania en el FCE. Qué interpretación más inteligente y estética hace de tu libro. Manuel, estoy recreándome, en todos los sentidos,con la lectura del Ornitorrinco. Qué despliegue de sabiduría y belleza escribiste. Me ha cautivado.
    Sara Rea

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  2. Hola Don Manuel,
    Hoy acabó de terminar de leer su último libro. Sencillamente me encantó la frescura con la cual encuentra conexiones entre lugares y culturas diversas, al final del día el hombre es hombre y también hambre. Me sorprendió su visión del mar como las paredes de una prisión, para mí el mar es otra cosa, a su isla trajo mal y desgracias, a mi familia la trajo el mar a este país maravilloso donde todo cabe, para usted el mar es una barrera, para mí fue una puerta donde mis ancestros llegaron de España y Cuba para encontrar esperanza.
    Me interesó particularmente en la Metafísica del Hambre las diferencias que encuentra entre verso y prosa, entre la cadencia interrumpida del verso y a continuidad de la prosa, en fin todo lo que dice a este respecto es fascinante e imposible de decirlo mejor en este escueto mensaje.
    Me alegra adivinar en sus escritos su cariño por mi país que ahora gracias a Dios es el nuestro.
    Gracias por este agasajo de lectura, no pierdo la esperanza de ver algún día una Cuba libre.
    Hasta pronto
    Ana Lydia Cano

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